domingo, 13 de mayo de 2012

La Orden de Santa María de los Teutones



La orden fue fundada hacia 1190, en plena tercera cruzada a partir de un hospital alemán levantado cerca de Acre, bajo la advocación de Santa María de Jerusalén. En 1191 Clemente le otorgó una bula pontificia y Celestino III la confirmó cinco años después. Inocencio III en 1198 otorgó una normativa disciplinaria, no una regla propiamente, que consistía en una refundición de preceptos extraídos tanto de la Orden del Temple como de la Orden de San Juan. Honorio III asimiló la canónicamente la Orden Teutónica a la del Temple. Federico II concedió al Gran Maestre Teutónico Hermann de Salza, el rango de Príncipe del Imperio. Hasta finales del siglo XIII, sus mayores fortalezas estaban en Tierra Santa, destacando el castillo de Monfort a 50 kilómetros de Acre. El capítulo general se reunía en Palestina. La pérdida de Acre llevó a la orden a buscar nuevos espacios de evangelización. En la península ibérica disponía de una encomienda otorgada cuando el maestre Hermann de Salza visitó Castilla, sus freiles participaron en toma de Sevilla, recibiendo un pequeño legado en el repartimiento. La encomienda se denominaba Santa María de Castellanos de la Mota de Toro.

La Orden de San Lázaro



El desastre de Hattin, con la consiguiente pérdida de la ciudad santa de Jerusalén y la reducción del Reino Cruzado a una franja costera, en muchos puntos discontinua, dio el impulso final a la militarización de la Orden de San Juan del Hospital y con ella a otras órdenes religiosas de carisma asistencial radicadas en tierra Santa. La Orden de San Lázaro fue una orden asistencial creada alrededor de 1130. Su casa matriz era una leprosería situada en el camino que lleva desde el monte de los Olivos al río Jordán. Se sabe que en 1142 tenía gran actividad. La regla de la comunidad religiosa se basaba en la regla de San Agustín, adaptada a su labor. En 1244 la Orden pierde la mayoría de sus efectivos militares en el desastre de la Forbie. Pocos años después participan en la campaña de Egipto de San Luis. Los templarios enfermos de lepra eran acogidos en sus filas y el maestre lazarista era un enfermo de lepra hasta mediados del siglo XIII. Se extendió por occidente, abriendo casas en desde Hungría a Inglaterra. Parece ser que sus miembros defendieron tierra santa hasta la caída de Acre, fecha a partir de la cual el maestre y el resto de freiles de la orden fijaron su cuartel general en Francia

domingo, 6 de mayo de 2012

El Hospital de San Juan de Jerusalén: Su Transformación en Orden de Caballería



La Orden del Temple inauguró una vocación en la Cristiandad, pero su evolución no fue la tónica entre las Órdenes militares nacidas en Tierra Santa, el resto hicieron el camino inverso, de instituciones de vida religiosa evolucionaron por las necesidades defensivas del Reino de Jerusalén hasta convertirse en Ordenes Militares. Esta fue el camino seguido por el Hospital de San Juan de Jerusalén, la de San Lázaro, la Teutónica y la de Santo Tomás de Acre. La vocación asistencial y hospitalaria de la Orden de San Juan fue un referente para las órdenes hispánicas. Los orígenes de la Orden de San Juan son conocidos por las noticias del arzobispo Guillermo de Tiro. Desde la conquista musulmana, que arrebató Palestina, Egipto y Siria al Imperio Bizantino, la llegada de cristianos se dificultó, pero no se interrumpieron, manteniéndose un flujo continuo de peregrinos y mercaderes que precisaban de asistencia, después de un largo viaje entre infieles. Fueron los comerciantes de la ciudad italiana de Amalfi los primeros en establecer relaciones diplomáticas con el califa fatimí de Egipto de Al-Mustansir (1036-1093), permitiéndoseles a los cristianos reconstruir la iglesia del Santo Sepulcro destruida por shiíta Al-Hakin en 1009.

El comercio de los Amalfitanos con los musulmanes resultó muy próspero porque muchos de sus productos eran desconocidos para los orientales, llegando a ser de primera necesidad para ellos. Las autoridades concedieron ciertas libertades a los comerciantes de Amalfi entre las que estaba el derecho de reunión y hospedaje en Jerusalén. El califa les proporcionó un amplio espacio en el sector cristiano de la ciudad Santa, justo frente a la iglesia del Santo Sepulcro o de la Resurrección del Señor, como también era conocida. Allí construyeron una Iglesia en honor a la Virgen, que paso a denominarse Santa María la Latina y a su lado un monasterio con sus dependencias donde se instaló una comunidad de monjes italianos que se encargaron desde el principio de acoger a los peregrinos que lo pedían. Para albergar a las peregrinas los monjes de Santa María la Latina construyeron un monasterio femenino que daría protección y asistencia a las peregrinas bajo la advocación de Santa María Magdalena.

Al pasar los años las relaciones entre los cristianos y musulmanes empeoran, debido al finalizar la alianza bizantina-fatimí debido a que los turcos selyúcidas habían conquistado Bagdad. En 1071 los turcos derrotan a los bizantinos en la batalla de Manzikert y en los años sucesivos se hacen con el control efectivo de Jerusalén y Palestina. Los cristianos sufren inseguridad y abusos tributarios. Los peregrinos al llegar a Jerusalén lo hacían empobrecidos, hambrientos, sedientos, con las ropas raídas, fuesen nobles o hombres libres y debían conseguir la moneda de oro  que las autoridades musulmanas le exigían para  franquear la entrada a en Jerusalén. Una vez dentro de la ciudad la mayoría de los peregrinos quedaban a merced de los bandidos, pues los dos monasterios amalfitanos eran insuficientes para albergar a todos. La población cristiana ni el Patriarca de Jerusalén tenían capacidad para amparar a los peregrinos enfermos o heridos, pues sufrían la opresión vejatoria de las autoridades islámicas. Ante esta situación, los monjes y monjas amalfitanos decidieron despojarse de parte de sus rentas para construir una tercera iglesia con un hospital para atender a los peregrinos, que dedicaron al patriarca del siglo VII Juan de Alejandría, conocido por el apelativo de El Limosnero. Las tres fundaciones no tenían rentas suficientes y dependían de las limosnas anuales que les daban los comerciantes de Amalfi. En estas circunstancias se produjo la reconquista de Jerusalén por los cristianos en 1099.
La primera bula papal corresponde a su Santidad Pascual II que  la otorgó en 1113. El Papa se dirige a Gerardo empleando tres títulos: institutor, provisor y prepósito de la comunidad de freiles del Hospital, levantada junto a la iglesia de San Juan Bautista. La advocación se ha modificado, del inicial Patriarca Juan de Alejandría, conocido por el limosnero, al profeta San Juan Bautista, la importancia de la institución exige un patrono de más renombre. La bula concede a los Hospitalarios cinco privilegios:
-          Protección y tutela Pontificia (exención de obediencia al obispo).
-          Confirmación de los bienes recibidos.
-          Exención de diezmos sobre todas las propiedades directamente trabajadas por los hospitalarios.
-          Libertad de elección de los dirigentes de la comunidad.
-          Confirmación de la dependencia respecto del Prepósito de las casas creadas por la institución en Occidente: Saint Gilles (próxima a Marsella), Asti, Pisa, Bari, Otranto, Tarento y Mesina.
En los catorce años que transcurrieron desde la reconquista de Jerusalén, la desconocida orden del Hospital de San Juan, ha pasado de ser simplemente tres casas dedicadas a la atención de los peregrinos sin reconocimiento canónico, sin regla y con unas rentas procedentes de las limosnas de los comerciantes de Amalfi a ser confirmada por una bula papal que le reconoce los privilegios propios de una importante orden religiosa. Raimundo de Puy, el primero que usa el título de maestre, promulgará la regla de la orden antes de 1153, fecha en la que será confirmada su Santidad Eugenio III. La regla se inspira en la agustiniana, fuente de inspiración de los canónigos regulares.

En la regla encontramos tres puntos centrales:
-          El gobierno corresponde al capítulo, formado por freiles clérigos y laicos, presididos por el Maestre. Los distritos provinciales o obediencias, están sujetos al gobierno central de la Orden y a pagarle la tercera parte de sus rentas.
-          El sistema disciplinario es simple y riguroso, basado en los tres votos monásticos de pobreza, obediencia y castidad. La vida conventual regula los rezos del salterio para los clérigos y para los laicos 150 padrenuestros diarios. Las penitencias incluyen castigos corporales, ayunos, comer en el suelo, etc.
-          El cuidado de los enfermos en sus centros hospitalarios constituye la esencia de su carisma. Los cuidados no se reducen al curar las dolencias, la atención espiritual a cada peregrino es importante. Los pelegrinos debían comer antes que los freiles, el desvío de dinero dedicado a los pelegrinos para otros fines supone la expulsión del responsable. Para recoger dinero se organizan colectas y predicaciones a cargo de los freiles por toda la cristiandad.
La militarización de la Orden será un proceso que no se inicia hasta la segunda mitad del siglo XII.
¿Cuándo se produce la transformación de la Orden Hospitalaria de San Juan en una Orden Militar? Ni en la bula de constitución canónica de la Orden de 1113 ni en la aprobación pontificia de la regla de 1153 se menciona la condición militar de los monjes de San Juan. No obstante antes de ésta última fecha la Orden de San Juan recibe fortalezas para su custodia y participa en acciones militares. Así en 1136 el rey Fulcro de Jerusalén entre a la Orden de San Juan el castillo de Breit-Jibrin, en la frontera sur del reino y en 1144 el conde Raimundo II de Trípoli les cede una serie de fortalezas, entre la que destaca el imponente castillo Crac. En 1148 los caballeros del Hospital participan en la reconquista de la ciudad española de Tortosa y en 1153 en el cerco de Ascalón. La defensa del reino de Jerusalén y de la frontera en España exigía a la Orden una contribución en dinero y soldados. La desastrosa jornada de Hattin que llevó a la perdida de Jerusalén en 1187, aceleró el proceso de militarización. El papa Alejandro III hacia 1180 recordó al maestre Roger de Les Moulins que el fin principal de la Orden era la asistencia de los pelegrinos y el ejercicio de las armas era secundario.

domingo, 5 de febrero de 2012

El Gobierno de la Orden del Temple

El  Gran Maestre Roberto de Graon, en torno al año 1140, promulgó un texto en francés que recogía la regla latina y añadía una interpretación sobre cuestiones claves que se convirtió en la norma fundamental de la Orden. Es un texto sencillo  y coherente que integra elementos provenientes de las redacciones anteriores, las integra en cuatro líneas centrales: 

  •   Amplias competencias del Gran Maestre.
  • Una elaborada normativa disciplinaria. 
  •  Incorporación de usos y mecanismos de inspiración feudal concernientes al status y al poder de los freiles.
  • Especial atención a condición militar de la Orden.
Una vez marginado el Patriarca de Jerusalén en el gobierno de la Orden, el Gran Maestre pasa a constituir la máxima autoridad, a él corresponde el gobierno del convento, la disciplina de los freiles, la representación de la Orden ante el Rey y el Papa y la interpretación de la regla. El Gran Maestre cuenta con organismos que le asesoran en el buen gobierno de la Orden:
·         El Capítulo o congregación de todos los freiles, cuyo consejo solo es conveniente que sea escuchado por el Gran Maestre en temas graves que afecten al gobierno, a la recepción de nuevos freiles y al patrimonio de la Orden.
·         El consejo de los freiles ancianos.
·         La regla no recoge en este momento un esquema jerárquico de organismos que asumen funciones especializadas (encomiendas, prioratos, tesorería, flota, etc.)
La regla establece el régimen disciplinario, las actividades de los freiles, las horas canónicas y los oficios según los canónigos del Santo Sepulcro, la alimentación, los ayunos, la vestimenta, etc. Los freiles comían en el refectorio común en silencio, escuchando lecturas piadosas y compartiendo de dos en dos la escudilla. Se les permitía comer carne tres veces por semana y se regulaba perfectamente los días de abstinencia o de ayuno completo, para los freiles que no estuviesen enfermos o fueran ancianos. El dormitorio era común, dormían con la armadura y el equipo de combate a mano; se mantenía una luz encendida durante toda la noche. Después de completas se guardaba un completo silencio en el dormitorio, solo los freiles enfermos o muy fatigados tenían licencia para faltar al rezo de maitines. El hábito y aspecto personal estaban reglamentados: los freiles profesos llevaban vestiduras blancas o negras, recubiertas en todo caso por un manto blanco, signo del compromiso de castidad. Estaba prohibido dar muestras de un cuidado superfluo en el vestido, la cara o el equipamiento militar.
Los freiles se dividían en tres categorías: los caballeros profesos, los clérigos y los hermanos sargentos. Los primeros  constituyen el núcleo y la razón de ser de la “Caballería del Rey Soberano”. A cada caballero se le asignan tres monturas y uno o varios escuderos. La Orden estaba capacitada para actuar como una institución señorial: tenía licencia para cobrar diezmos bajo ciertas condiciones, poseer propiedades, tener siervos y cobrar derechos.
Un apartado destacable de la regla trata el derecho a la violencia dentro de los límites de la guerra santa, la Orden había nacido en Palestina por inspiración divina para defender los santos lugares y a los cristianos de la destrucción. La lucha contra los enemigos de Cristo no debía generar culpabilidad, todo lo contrario, era una acción necesaria para impedir la destrucción de la cristiandad.
Caballeros casados se asociaban a la milicia y al fallecer solían donar propiedades a la Orden, también se permitía a caballeros servir a la Orden por un tiempo definido, aportando un caballo y al finalizar el plazo recibía la mitad del valor del caballo. Se alentaba a los caballeros excomulgados a unirse a la Orden para expiar sus pecados y recibir el perdón de la Iglesia.
En 1165 se promulgan los “estatutos jerárquicos”, es un texto compuesto por 145 artículos que trata sobre las funciones, competencias, derechos y honores de las dignidades de la Orden:
·         Gran Maestre, también denominado Maestre General o Soberano Maestre: Se le asignaban cuatro caballos (uno más que al resto de freiles). El séquito estaba formado de dos prohombres de la Orden, un capellán, un clérigo, un sargento, un paje que portaba la lanza y el escudo, un intérprete de sarraceno, un cocinero y dos peones. Disponía de dos acémilas en tiempo de paz y de cuatro en tiempo de guerra para transportar su equipaje. Sus atribuciones eran muy amplias, pero antes de vender una propiedad de la Orden debía obtener la autorización del capítulo. No podía emprender una guerra, acordar una tregua o prolongarla sin la aprobación del capítulo o de su consejo privado. El capítulo nombraba a las principales dignidades de la Orden: el Senescal, el Mariscal, los comendadores de Jerusalén, de Acre, de Trípoli, de Antioquía, el Pañero del Convento y los maestres de las provincias de Occidente (Francia, Inglaterra, Aragón, Castilla, Portugal, Poitou, Pouille, Hungría, etc.). El Gran Maestre podía nombrar a los comendadores, tanto en el Capítulo como en el Consejo Privado. Tenía derecho de inspección de todos los dominios del Temple. No estaba capacitado para destinar a los freiles a Occidente o a Ultramar, la lista de los freiles que podían ser movilizados era confeccionada por el Mariscal, el Comendador de Acre, el Pañero y cuatro prohombres y la decisión correspondía al Capítulo. El consejo privado estaba capacitado para deponer a un Gran Maestre como sucedió con Renaud de Vichiers. Comía en reflectorio. Se le permitía hacer regalos para el beneficio de la Orden (cien besantes, una copa de oro o plata, un traje de vero, un caballo o una armadura). No podía conceder préstamos superiores a mil besantes. Los estatutos jerárquicos resumen su autoridad: “todos los hermanos del Temple deben obedecer a su Maestre y el Maestre a su convento”.
·         El Senescal: Es el lugarteniente del Gran Maestre, su séquito personal estaba constituido por un caballero, dos escuderos, un diácono, un intérprete de sarraceno, un indígena y un turco. Disponía de cuatro caballos, una tienda redonda y un sello. Cuando el Gran Maestre estaba ausente ejercía el control sobre las encomiendas. Podía regalar a un amigo de la Casa un palafrén, una mula, una silla de montar, una copa de plata o un traje de marta, pero siempre para beneficio de la Casa y con la aprobación del Capítulo. Cuando cabalgaba llevaba a su lado al Abanderado.
·         El Mariscal: Era el jefe militar de la Orden. Tenía imperio sobre las armas, los caballos, las provisiones, las máquinas de asalto, etc. Movilizaba las fuerzas del Temple, formaba los escuadrones y planeaba las tácticas de combate. Ordenaba las compras de caballos y mulas, bajo el consentimiento del Gran Maestre. Tomaba el mando en la batalla en ausencia del Gran Maestre o del Senescal. Al atracar los barcos con  los caballos procedentes de Occidente, inspeccionaba los animales y procedía a su reparto. El séquito del Mariscal estaba formado por dos escuderos, un hermano sargento y un indígena. Su tienda era redonda, pero más pequeña que la del Gran Maestre y del Senescal. No guardaba el sello y solo podía hacer regalos de poco valor a los amigos de la Casa, como una silla de montar o un arnés ligero, pero se le recordaba que lo hiciese con poca frecuencia. Sus adjuntos eran el Turcoplier, el Submariscal y el Abanderado.
·         El Turcoplier: Su función consistía en el mando de los hermanos sargentos en batalla y de las fuerzas auxiliares (denominadas turcopolos), tanto en tiempo de paz o de guerra. Disponía de cuatro caballos y de un turcomano. Cuando era enviado en una misión de exploración, asumía el mando del escuadrón. En la formación de batalla, recibía las órdenes del Mariscal y mandaba las fuerzas auxiliares. Por iniciativa propia no podía iniciar el ataque ni perseguir a los enemigos en retirada. El Turcoplier era un hermano sargento.
·         El Submariscal: Su misión consistía en supervisar el trabajo de los artesanos, armeros, la reparación y reparto de las armas, arneses, sillas de montar, ballestas, estribos, bridas, cascos, etc. Distribuía a los escuderos. Era un cargo reservado a los hermanos sargentos.
·         El Abanderado (Gonfalonero): Mandaba a los escuderos que servían al Temple por un tiempo (por caridad o a sueldo). Repartía a los escuderos entre las casas, paga su soldada y mantenía la disciplina. En campaña formaba los grupos de escuderos. El estandarte de la Orden era portado en tiempos de paz por un escudero, situado detrás del Abanderado y en tiempos de guerra por un indígena. El Abanderado era un hermano sargento.

martes, 17 de enero de 2012

El Temple: Los Caballeros Convertidos en Monjes


No se conserva documentación contemporánea a la fundación, en torno a 1120, del primitivo grupo de los “pobres caballeros de Cristo”. Las fuentes documentales más próximas a la fundación son las crónicas de los obispos Guillermo de Tiro (mediados del siglo XII) y Jacobo de Vitry (primer tercio del siglo XIII) y la Crónica Ernoul, redactada en torno a 1230 por el monje de la abadía de Corbie, Bernardo el Tesorero.
Según la Crónica del arzobispo Guillermo de Tiro, un grupo de nueve caballeros encabezados por Hugo de Payns y Godofredo Saint-Omer, decidieron consagrarse al servicio de Cristo, ante la autoridad eclesiástica del Patriarca de Jerusalén, haciendo votos de vivir en perpetua castidad, obediencia y pobreza bajo la regla de los canónigos regulares. Cómo carecían de bienes para subsistir, el rey de Jerusalén les entrego el ala norte de su palacio, próxima al Templo del Señor. Los canónigos de la Cúpula de la Roca les donaron tierras próximas al Templo, a las que se agregaron donaciones del rey y de nobles del reino de Jerusalén. Los caballeros recibieron la misión del Patriarca de redimir sus pecados protegiendo los caminos de Jerusalén de ladrones y bandidos.
El segundo cronista, el obispo Jacobo de Vitry, basa su relato en la crónica anterior, pero añade nuevos datos. Los nueve caballeros pronunciaron los tres votos solemnes ante el patriarca de Jerusalén y vivieron nueve años de la caridad de los fieles, en gran pobreza. Pasado estos años, el rey de Jerusalén, el Patriarca y los nobles comenzaron a cederles bienes y a residir en palacio del rey, próximo al Templo del Señor, hecho por el cual eran llamados “templarios”. La defensa de los caminos fue un compromiso aceptado por los caballeros en el momento de su profesión ante el Patriarca, constituyéndose desde el principio en “Caballería del Rey Soberano”.
La Crónica de Ernoul, según la crítica actual, se basa en las dos anteriores y en relatos muy antiguos, incluso de personas contemporáneas a los hechos narrados. El esquema de la obra es distinto al presentado por las dos crónicas anteriores. Bernardo el Tesorero narra que unos caballeros procedentes de tierras muy diversas (no dice sus nombres) decidieron ir a Jerusalén y ponerse bajo la obediencia del Prior del Santo Sepulcro, pero transcurrido un tiempo, su vida no les satisfacía: pasaban el tiempo comiendo y bebiendo, sin una misión definida. Para remediar esta situación, con la autorización del Prior del Santo Sepulcro, eligieron un maestre y se presentaron ante el rey Balduino II. El rey recibió a los caballeros y después de escuchar su consejo, formado por el Patriarca, arzobispos, obispos y nobles, decidió apoyar a los caballeros otorgándoles tierras, castillos y villas. El rey obtuvo del Prior del Santo Sepulcro la absolución del compromiso de obediencia que le habían prestado los caballeros.
¿Qué modelo siguieron los fundadores del Temple al constituir la Orden? Durante el siglo XIX se planteó la posibilidad de la influencia de doctrinas islámicas en los orígenes del Temple. El primer autor que señala esta posibilidad fue el austriaco Joseph von Hammer, al encontrar semejanzas entre la secta shií de los “asesinos” y el temple. Por aquel tiempo el erudito español José Antonio Conde señalaría que el ribat musulmán inspiraría al Temple y al resto de órdenes militares. El ribat es un monasterio fortificado donde un grupo de fieles musulmanes se entregan a la jihad en su más amplio sentido, incluyendo acciones militares contra los infieles en un ambiente místico radical. A principios del siglo XX los filólogos Miguel Asín y Jaime Oliver reforzaron esta hipótesis que fue continuada a mediados del siglo XX por Américo Castro y Albretch Noth. Estos últimos sostienen que entre los cristianos y los musulmanes no se produjo una influencia institucional directa, más bien fueron pequeños contactos culturales que consciente o inconscientemente permitieron que ambas civilizaciones crearan instituciones diferentes en sus fundamentos ideológicos pero que respondían a las mismas necesidades contextuales. Autores de la talla como Joseph O’Callaghan o Derek W. Lomax, consideran que no es preciso recurrir a explicaciones fundadas en la interacción cultural, tan difíciles de negar como de demostrar, en la propia civilización cristiana existían todos los factores necesarios para dar origen a las órdenes militares.
Hugo de Payns, Godofredo Saint-Omer y el resto de sus compañeros se entregaron como donados o familiares al Prior de Santo Sepulcro o al Patriarca de Jerusalén (según la fuente consultada), lo cual justica que los canónicos de esas iglesias les otorgasen medios de subsistencia. Las iglesias estaban obligadas a costear la defensa del reino, aportando hombres y recursos materiales, así numerosas instituciones religiosas mantenían cofradías de caballeros, así en 1101, el Prior del Santo Sepulcro mantenía una cofradía de 30 caballeros. ¿Dónde está la innovación de la primitiva cofradía del Temple? Las necesidades militares del reino de Jerusalén hacían que tanto la iglesia como el rey no dejasen pasar la oportunidad de potenciar el compromiso religioso de los caballeros donados, vinculando la profesión religiosa con la misión de defender el amenazado reino. Los nuevos monjes en pocos años consiguieron para su orden plena autonomía, tanto del Patriarca como del rey de Jerusalén, quedando la Orden bajo la autoridad y la tutela del Papado.
En el año 1140, durante el maestrazgo de Roberto Craon, la Orden se dota de una regla, pero para llegar a esta consolidación institucional la Orden pasó por dos periodos. El primero de ellos lo constituyen los inciertos años anteriores al Concilio de Troyes, que tuvo lugar en 1129. La falta de noticias durante este periodo solo permite precisar que primeramente los donados dependieron del Prior del Santo Sepulcro y posteriormente, sobre el año 1120 prestaron votos solemnes ante el Patriarca de Jerusalén. Durante estos años vestían como los canónigos regulares, prestando sus servicios militares al reino.
Era necesario establecer un proceso que otorgase a la nueva orden unas características formales precisas. Para ello un concilio se prestaba como una excelente vía, otorgando a la nueva Orden un reconocimiento al más alto nivel e implicando a los prelados en la redacción de una regla que diese entidad jurídica.

Hugo de Payns partió hacia Occidente para solicitar el apoyo del Papa a la nueva Orden. Contaba con la intervención de San Bernardo en las siguientes sesiones conciliares. El texto de partida para la elaboración de la regla había sido redactado por Hugo y el Patriarca de Jerusalén. La regla que se aprobó en el Concilio de Troyes dejaba abierta su interpretación y modificación por el Papa y por el Patriarca de Jerusalén. Al llegar Hugo de Payns a Palestina lo presentó al Patriarca, Esteban de la Ferté, quien introdujo modificaciones, dando nacimiento a la primera regla de la Orden, “Regla Latina Primitiva” formada por 72 artículos, en 1130.
La complejidad del proceso de redacción de la regla se explica por dos razones: la falta de modelos en los que apoyar la religiosidad de los templarios y la lucha de poder entre el maestre y el Patriarca de Jerusalén. En esta primera regla la autoridad del Patriarca sale reforzada frente al maestre, pero desde el año 1125 Hugo de Payns hacía gestiones para que fuese el maestre la máxima autoridad dentro de la Orden. El objetivo de Hugo de Payns era que la magistratura del maestre fue elegida por los templarios, potenciando su carácter militar dentro de una espiritualidad y disciplina monacal, frente al modelo de los canónigos regulares. Balduino II apoyaba este modelo para la orden, dando cartas de recomendación dirigidas al Papa y sufragando los gastos del viaje. Por el resultado del Concilio se entrevé el apoyo papal, pero sin duda, el principal aliado de Hugo de Payns fue San Bernardo, abad de Claraval, referente espiritual en Occidente, comprometido en la reforma de la iglesia católica, de la orden del cister y gran impulsor del movimiento cruzado. La opción tomada en el Concilio de Troyes fue arriesgada, pero el tiempo mostraría la gran evolución que suponía aunar en una forma de vida cristiana plena, la defensa de la fe con las armas a través de una vida religiosa impulsada por la espiritualidad y la disciplina monacal. Los templarios serían verdaderos monjes guerreros defensores de la fe Cristiana, tan duramente atacada por el islam.

La necesidad de confirmar la conciencia de la nueva orden llevó a Hugo de Payns a pedir a San Bernardo la redacción del “Elogia a la Nueva Milicia”, verdadero monumento filosófico-teológico que no solo justifica el carisma de los templarios, más aun, demuestra la necesidad que tiene la cristiandad  de esta caballería religiosa para cumplir con la voluntad Divina. El Concilio de Troyes debido a la novedad del carisma religioso de los templarios dejó abierta la regla a las adicciones o modificaciones que el papa o el patriarca de Jerusalén deseasen introducir. El Patriarca introdujo modificaciones en la regla, entre otras razones, para manifestar su autoridad ante la misma. Durante el maestrazgo de Roberto de Craon se produce la plena autonomía de la orden frente al patriarca. Este movimiento fue apoyado por el rey  Fulco de Anjuo, dentro de una estrategia más amplia cuyo fin era potenciar la autoridad real frente a la eclesiástica, representada en el Patriarca. La orden del Temple se integra plenamente en los esquemas militares del reino. Jurídicamente la autonomía del Temple se manifiesta en la bula pontificia “Omne Datun Optimum” de Inocencio II: se otorga a la orden instrumentos jurídicos para lograr una autonomía jurisdiccional, se refuerza la autoridad  del maestre y se elimina la capacidad de intervención del patriarca de Jerusalén, el maestre y el capítulo tienen capacidad para modificar la regla de la orden, la creación de un cuerpo de clérigos templarios dependientes del maestre, la autoridad suprema queda en el papa, el cual solo intervendrá en casos de máxima gravedad. Las posteriores bulas papales solo reforzarán  y profundizarán estas exenciones que convierten a la orden del Temple en una verdadera orden monástica.

jueves, 12 de enero de 2012

La Fundación de las Primeras Órdenes Militares

La Cruzada y su Significado

La cruzada fue una iniciativa pontificia que cohesionó el Occidente cristiano bajo el liderazgo papal. Gregorio VII había intentado ensayar sus efectos políticos cuando anuncio en 1074 al emperador Enrique IV que en calidad de “duce et pontífice” acaudillaría a 50000 voluntarios para liberar el sepulcro del Señor del poder de los paganos enemigos de Dios. Será Urbano II a través de su predicación en Clermont en el año 1095 quien iniciará el movimiento cruzado dotándolo de sus fines espirituales y materiales. La primera cruzada es ajena al emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico y también a los reyes cristianos occidentales.
Los nobles y caballeros que participan en la cruzada, convertidos en peregrinos en su largo viaje, reconocen al legado Pontificio, el obispo de Puy, Fulquerio de Chartes, como el sabio y prudente conductor del “ejército de Dios”, su líder indiscutible. La misión de los peregrinos es restablecer el Honor de Dios en la Tierra Santa que el infiel había mancillado.
Durante el siglo XII Occidente apoya unido y con entusiasmo la santa causa de Dios y su vicario. ¿Qué tiene de extraño la aparición de las primeras órdenes militares en este periodo de la civilización Occidental?

Órdenes Universales y Órdenes Territoriales

El nacimiento de la Orden del Temple  en Tierra Santa tiene una explicación sencilla. El reino de Jerusalén era reciente, se encontraba muy expuesto al ataque musulmán y estaba lejos de la Cristiandad latina. Eran necesarios instrumentos eficaces que permitiesen el mantenimiento de este reino que con tantos esfuerzos se había reconquistado de la profanación pagana. En su mantenimiento el papado se jugaba su prestigio y liderazgo.
Los Templarios y las sucesivas órdenes militares que se fueron constituyendo en Tierra Santa durante el siglo XII constituyen los más fieles exponentes de la misión pontificia de reconquista cristiana, una empresa universal que permitía la liberación de los cristianos oprimidos por la ilegítima ocupación realizada por los musulmanes. Estas órdenes militares pueden calificarse de universales, pues su fin es la liberación de los cristianos sometidos por los paganos, la defensa de los intereses de la Cristiandad en cualquier parte del mundo, bajo la dirección del Santo Padre. El sometimiento de las Órdenes miliares al Papa les confirió desde el primer momento una autonomía del poder secular de los reyes, siempre locales en comparación con el poder  procedente de la Santa Sede.
En la segunda mitad del siglo XII comienzan a surgir órdenes militares vinculadas a un territorio y una misión de reconquista cristiana en la península ibérica, fenómeno que continuará en el siglo XIII en centroeuropa. Los reinos hispánicos necesitan adaptar el modelo de las órdenes militares  nacidas en Tierra Santa “Universales” a sus necesidades particulares. Son los distintos reinos los promotores de las Órdenes militares, quedando en segundo lugar la Santa Sede. Cada reino establecerá su proyecto de reconquista y repoblación, en el que las órdenes militares jugarán prestarán un gran servicio.